Fluyendo miles de kilómetros entre pantanos ecuatoriales, matorrales y desiertos, el río Nilo, enorme franja de fertilidad, dio origen a una de las grandes civilizaciones del mundo y sigue sustentando a sus descendientes.
Durante más de 60 siglos el río Nilo ha ofrecido el don de la vida a un país cuyo paisaje está dominado por el estéril desierto. Símbolo del renacimiento y la existencia eterna para los antiguos egipcios, el río sigue seduciendo la imaginación de los que exploran las maravillas que pueblan sus riberas.
Aunque los antiguos egipcios lo consideraban exclusivamente suyo, no fueron el único pueblo tocado por sus aguas: las gran cinta de agua discurre a lo largo de 6.670 km desde el África central hasta el mar Mediterráneo.
El río Nilo posee varias fuentes. Su afluente más remoto es el río Kagera, que surge en Burundi y desemboca en el lago Victoria. El río Nilo emerge aquí propiamente, cerca de Jinja, en Uganda, y desagua en el lago Kyoga, desde donde continúa, con el nombre de Nilo Victoria, entre fangosa vegetación, hasta descender por las cascadas Kabalega (Murchison).
Después se introduce brevemente en un extremo del lago Alberto (alimentado por el río Semliki desde el lago Eduardo) y sigue su curso hasta Nimule, bajo la denominación de Nilo Alberto. Penetra así en Sudán hasta cruzar el Sudd, casi impenetrable masa flotante de tallos de papiro, jacintos de agua y yerbas acuáticas de 320 km de anchura y 400 de longitud. En Jartum, el veloz Nilo Azul se le une impetuosamente; proviene de su fuente en el lago Tana, en las tierras altas etíopes, y sus aguas azuladas y grisáceas se mezclan con el pálido Nilo Blanco.
A 320 km al norte, en Sudán, se une a la corriente el cauce del río Atbara, que también nace en Etiopía. El río Nilo legendario, que se extiende por casi una décima parte del continente africano, inicia así su curso hacia Egipto y el mar, atravesando primero las terribles Cataratas, una tremenda serie de rápidos tan peligrosos que imposibilitan la navegación hasta el lago Nasser, formado por la construcción de la presa de Asuán.
Pero una vez que el río llega a Egipto se convierte en inigualable fuente de sustento y medio de transporte para quienes viven en sus márgenes.
En el antiguo Egipto, los caudales del río Nilo anegaban la tierra con predecible regularidad a fines del verano y principios del otoño, dejando a su paso suelos aluviales tan fértiles que la agricultura prosperó, generando así un gran florecimiento.
Los antiguos egipcios fueron quizás el primer pueblo en regar la tierra sistemáticamente. Colocaban diques de tierra a lo largo del área de inundación, con lo que ésta quedaba dividida en una serie de cuencas que conservaban el agua durante semanas.
En cuanto el río se retiraba, las cuencas drenaban poco a poco, dejando tras de sí rico limo en el que se sembraban los cultivos. Hoy día, una serie de presas y sistemas de irrigación controlan las aguas del río Nilo, en especial la presa de Asuán, que mide casi 4 km de una orilla a la otra en la superficie, 980m de grosor en la base y 110 m de altura. Ahora es posible irrigar todo el año, pero sin la gran inundación anual buena parte del limo que enriquecía al valle del Nilo se concentra en el fondo del lago Nasser.
En el entramado de tareas y rituales religiosos que gobernaban la vida cotidiana del antiguo Egipto, el río se asociaba con buen número de dioses, pero su deidad particular era Hapi, el gran señor de las provisiones y señor de los peces. Protegido por serpientes, residía en una caverna bajo las montañas de Asuán, y vertía las crecidas anuales desde una jarra sin fondo.
Cada año se ofrecían sacrificios para garantizar que Hapi volcara la jarra en la medida correcta: un poco más podía derivar en diluvio; un poco menos, en sequía y hambruna. La estatua de Hapi exhibida en el Museo del Vaticano lo muestra con sus 16 hijos, cada uno de los cuales mide un codo. La estatua simboliza la antigua creencia de que si las crecidas anuales no llegaban a la altura combinada de los 7,5 m, la cosecha fracasaría y habría hambre.
El vital ciclo anual de siembra y cosecha se reflejaba en el mito de la vida, muerte y resurrección del dios Osiris, quien, según la leyenda, gobernó Egipto hasta ser asesinado por su malvado hermano Set, quien cortó su cuerpo y lo dispersó por el país. Isis, esposa de Osiris, recogió los pedazos, volvió a unirlos y revivió a su esposo. Una vez que tuvieron un hijo, Osiris abandonó la Tierra para reinar como señor del inframundo.
En este relato simbólico, Osiris representaba al Río Nilo e Isis a la tierra; su unión era el contacto productivo de tierra y agua. Set encarnaba al viento caliente del desierto, que consumía las aguas del río; río que se secó cuando murió Osiris, pero volvió a fluir cuando Isis recuperó su cuerpo y lo devolvió a la vida. Así como Osiris fertilizó a Isis, creando con ello nuevas esperanzas, el río desbordaba sus márgenes para fertilizar los campos.
La gran prosperidad generada por el río Nilo permitió a los egipcios construir magníficos templos y monumentos, en honor de dioses y reyes. Ramses II, el gran faraón guerrero que gobernó durante 66 años en el siglo XIII a.C. y es quizá el faraón de la historia bíblica del Éxodo, fue el impulsor de la edificación de casi la mitad de los templos existentes. Muchos de ellos celebran la reconquista del imperio asiático de Egipto de manos de los hititas, pero quizá su mayor logro arquitectónico sean los templos de Abu Simbel, tallados en la roca.
Ramsés también dejó su marca río abajo, con una asombrosa serie de monumentos en torno de la antigua capital de Tebas, entre ellos Karnak, uno de los templos más sobrecogedores del mundo. Consagrado a Ammón, dios de Tebas, con cabeza de carnero, sus ruinas ocupan 2 ha e incluyen los restos de avenidas flanqueadas por esfinges, enormes puertas, santuarios, templos y un lago sagrado.
Cerca de Karnak se encuentra Luxor, también dedicado a Ammón, y del otro lado del río Nilo se extiende el Valle de los Reyes, donde reposan muchos de los monarcas de la XVIII dinastía (1570-1342 a.C.). Los monumentos egipcios más famosos, las grandes pirámides de Gizeh, se yerguen cerca de El Cairo, en las proximidades del delta del río Nilo.
En las márgenes del río Nilo, la agricultura, la pesca y otras actividades reafirmaban el antiguo ritmo de vida; en algunos sitios parecería que nada ha cambiado desde el tiempo de los faraones. Unidos por un ciclo de fertilidad y sequía, vida y muerte, el Nilo y Egipto son aún mutuamente dependientes y fascinan al mundo con su historia entretejida.
EGIPTO, TIERRA DE FARAONES
Oficialmente la República Árabe de Egipto, es un país transcontinental que atraviesa la esquina noreste de África y la esquina suroeste de Asia por un puente de tierra formado por la Península del Sinaí. Egipto es un país mediterráneo que limita con la Franja de Gaza e Israel al noreste, el Golfo de Aqaba al este, el Mar Rojo al este y al sur, Sudán al sur y Libia al oeste.